martes, 8 de junio de 2010

Del grave acoso a los funcionarios



Estoy de acuerdo en que existen muchísimos funcionarios en España, que debería haber recortes, dependiendo de en qué Administración. Recordemos que existen varias Administraciones, la Central, la Autonómica, la Local y luego los brazos extensibles de éstas, las Agencias Estatales (los anteriores organismos autónomos), las sociedades públicas, y así un larguísimo etcétera. Pues bien, dentro de estas Administraciones Públicas, no entran servidores públicos, es decir, trabajadores, se supone, que cobran a cargo de los presupuestos públicos, como son los altos cargos, el personal eventual y directivo (esos asesores y demás que se eligen a dedo), liberados sindicales, senadores, diputados, diputados provinciales, diputados regionales, y así un larguísimo etcétera, y éstos sí que cobran un pastón, por no mencionar a los 600 asesores del presidente del gobierno.

Saco éste tema a relucir, no porque no quiera que nuestros funcionarios sean eficientes y tal, sino porque antes, cuando la época era de bonanza nadie se acordaba de los funcionarios, que en muchos casos, en la gran mayoría, pueden ganar en torno a los mil euros o mil doscientos, porque lo que más hay son auxiliares y oficiales, cuando un albañil, herrero o carpintero ganaba en torno a los 4 mil y 6 mil euros mensuales, los funcionarios ganaban el sueldo más la subida del IPC, que ha estado siempre en torno al 2 %. Y oigan, si uno gana mil trescientos o mil euros, cada cual en su casa se establece unos presupuestos y que de repente te bajen el sueldo el 5 %, puede suponer renunciar a la letra del coche recién comprado, por poner un simple ejemplo.

Así que señores y señoras míos y mías, me parece que el gobierno se ha pasado siete pueblos. De ahora en adelante lo que debe hacer es enfocar la educación y la universidad hacia la severa preparación del funcionariado, que para eso está la Licenciatura de Ciencias políticas y la Diplomatura en Gestión y administración pública, a partir de ahí, seleccionar a los mejores, como pasa con los médicos. Y jubilar a los que están a punto para ello, sin cubrir sus plazas. España lo notaría, pero también con el personal eventual y directivo, senadores, diputados, y demás parafernalia diputativa.

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